El pasado verano nos arrolló el fuego. Nuestros montes, campos y pueblos fueron calcinados por la barbarie climática que padecemos y que tiene como germen este sistema económico.
La incompetencia del gobierno de la Junta de Castilla y León no es un hecho aislado ni algo técnico, sino la gestión coherente con un modelo económico basado en la propiedad privada de la tierra y la acumulación al que poco le importan nuestras vidas. Y es que no hay más medios contra los incendios porque no es rentable; al capital no le compensa tener que estar invirtiendo los 365 días del año en mantener nuestros ecosistemas si no puede extraer más beneficio de ellos.
De esta forma, la expoliada, saqueada y maltratada siempre es la clase trabajadora que ve como el medio ambiente y su medio de vida queda convertido en cenizas. Nuestros campos, nuestros montes e incluso muchas de nuestras casas han acabado reducidas a la nada. Todo ello ocurre mientras el medio rural sólo importa bajo el paraguas de ‘’la reconversión energética’’ hacia modelos que ellos consideran sostenibles. Pero ni los proyectos de macrogranjas solares ni los gigantescos parques eólicos ni, por supuesto, la concentración de toneladas de residuos ganaderos para su transformación en biometano son formas de desarrollo sostenible de nuestros pueblos; sino más bien todo lo contrario, son el nicho de mercado de grandes fondos de inversión que dejan el problema para llevarse el dinero.
Y es que el modelo productivo que vivimos es inseparable de lo que hemos sufrido este verano. Los montes están descuidados porque no sirven para el beneficio económico, la ganadería intensiva concentra en granjas a unos animales que podrían cuidar nuestros montes y mientras tanto, las brigadas anti-incendios mantienen unas condiciones muy precarias.
Trabajadoras y trabajadores que hacen largas jornadas contra un fuego insofocable durante el verano, en unas condiciones extremas y, exponiéndose a un peligro que este verano ha acabado con al menos 8 vidas entre bomberos y voluntarios y ha dejado decenas de heridos graves. Bomberos que, después, son enviados al paro. Castilla y León es la única CCAA donde sigue sin reconocerse la figura de bombero forestal para este personal de extinción de incendios, hecho que agrava además su labor y que impide acceder a unas mejores condiciones laborales. Mientras los gestores de los intereses del capital intentan vendernos después de las protestas masivas y ante la convocatoria de elecciones grandes mejoras, lo cierto es que la nueva regulación que prometen tampoco reconoce la categoría de bombero forestal a todos los trabajadores que previenen y apagan los incendios, sino solo a ingenieros y mandos medios. Tampoco se está haciendo ninguna mejora en las condiciones de aquellos trabajadores subcontratados a través de empresas privadas, que son más del 60%.
Este reconocimiento no es una cuestión menor, puesto que facilita la aplicación de coeficientes reductores a la edad de jubilación y contribuye la profesionalización y la dignificación del personal a cargo de mantener con vida nuestros montes.
Y mientras todo ello ocurre, el capital lanza a sus perros de presa para convencernos de que el problema es de la inservible Agenda 2030 y de la lucha ecologista. Los partidos de la socialdemocracia intentan vender que se trata solamente de una mala gestión del gobierno del PP y la ultraderecha que la culpa del caos climático es de quienes se oponen a el y tratan de frenarlo. Cualquier explicación es válida excepto la de que las relaciones de producción capitalistas barren todo lo que se encuentran a su paso cuando no les sirve para la maximización de sus beneficios.
Por eso no hay medias tintas en esta lucha. No vamos a limitarnos a exigir la dimisión de Mañueco, Suárez-Quiñones y Arranz o a decir que son unos torpes. No vamos a limitarnos a decir que el fuego es imparable. La militancia comunista somos conscientes de que fuego y capital son dos problemas que avanzan de la mano si no le damos la vuelta al tablero. La forma de salvar nuestros montes, nuestros campos y nuestro medio rural es construir otra forma de vida, es acabar con el sistema que alienta esta destrucción.
